viernes, 30 de septiembre de 2011

De Bonos, vagos y bogavantes


Éramos pocos y parió la abuela. Tras la negativa de la concejala Botella a conceder el bono transporte gratuito a los parados madrileños, José Bono, todavía presidente del Parlamento, ha invitado a un almuerzo con bogavante a otras altas magistraturas del Estado. Pero cuando mira hacia la plebe le molesta que haya gente cobrando el subsidio de desempleo: "no puede ser más atractivo el paro que una oferta de trabajo", ha dicho este otro bien pagao alimentando de forma inmoral la falacia de que los desempleados son una alegre panda de vagos redomados.



Lo que es bueno para Bono no es bueno para los desafortunados en situación de desempleo. José Bono es un hombre tremendamente activo, pues aunque católico confeso, parece calvinista. Pues, pese a su dilatada carrera política, las horas dedicadas al servicio público no le han impedido ocuparse de sus asuntos propios con extraordinaria eficacia. Lo que le ha permitido acumular un notable patrimonio.

El ex presidente de Castilla-La Mancha, ex ministro de Defensa y, pronto, ex presidente del Congreso de los Diputados —con sueldo de 170.000 euros anuales, prácticamente el doble de lo que cobra Rodríguez Zapatero— se ha despedido del cargo organizando un almuerzo en su despacho de las Cortes a otras altas magistraturas del Estado, entre las que se encontraba el propio Rey. Como es gente que cuida la línea, se tomaron un menú a base de "ensalada de bogavante con tomate y tartar de salmón, lomo de rodaballo con verduritas asadas y fruta preparada con sorbete de manzana verde". Nada que ver con esos alimentos groseros de alto contenido calórico que consumen los pringaos que perciben un subsidio de 400 euros mensuales.

Con tan delicados manjares no es extraño que nuestras altísimas autoridades tengan una gran claridad mental para analizar los problemas del país. Antes de pasar al bogavante, En una breve pero clarividente declaración, el monarca declaró que España tendrá que hacer "bastantes" o "muchos" sacrificios en el futuro. Posteriormente, José Bono ha tenido la feliz idea de sugerir que hay que replantearse el gasto en desempleo, porque hay parados que no se encuentran incentivados para encontrar trabajo: "no puede ser mas atractivo el paro que una oferta de trabajo".

Éramos pocos y parió la abuela. Anteayer traíamos aquí a colación la negativa de la concejala Botella a conceder el bono transporte gratuito a los parados madrileños. Ayer nos encontramos con la impresentable ocurrencia de José Bono sobre el subsidio de desempleo. Hoy, con que Dolores de Cospedal, presidenta de Castilla la Mancha y mano derecha —en todos los sentidos de la expresión— del líder del PP, Mariano Rajoy, ha cuestionado el actual modelo de prestaciones por desempleo. "Los trabajadores deben tener un mínimo de cobertura y habrá que negociar hasta qué punto la tienen que tener todos en la extensión que ahora, o sólo una parte o todos", ha afirmado Cospedal tras conocerse las últimas cifras de paro.

¿Fueron los trabajadores los que crearon la crisis actual con su desidia? ¿Se puede afirmar sin sentir sonrojo que hay en España al menos 4.226.744 empleos sin cubrir porque son despreciados por otros tantos holgazanes oficialmente registrados que viven alegremente del presupuesto público? Del mismo presupuesto, no se olvide, que permite llevar una regalada vida, bogavantes incluidos, al Monarca Juan Carlos I, José Bono, Ana Botella y demás gentes de buen vivir y dudosa eficacia a la hora de proceder a la gobernación de las cosas de esta España nuestra. Que ellos, a costa del presupuesto, hacen suya sin pedir permiso, sin sentir sonrojo.








miércoles, 28 de septiembre de 2011

Botella, ariete del PP contra la movilidad de las personas desempleadas


La propuesta de proporcionar un bono de transporte gratuito para los madrileños en situación en desempleo no es nueva. De cuando en cuando la desempolva Izquierda Unida y el Partido Popular, sempiterno gobernante en el Ayuntamiento y en la provincia (la llaman Comunidad) de Madrid, se encarga de tumbarla. Esta vez, la encargada de oponerse a la propuesta ha sido Ana Botella, concejala de Medio Ambiente. Es decir la responsable del departamento incapaz de asegurar la calidad del aire que respiramos en esta Villa y Corte de milagros y estupideces.


En algún momento pasado escuché entre bastidores que aprobar un bono de este tipo incrementaría las cifras de paro. Se hacía referencia a esa parte de la población inactiva que, salvo que tenga derecho a percibir una prestación por desempleo, no se inscribe en el Inem debido a que este organismo no les ofrece ninguna ventaja. Argumento que en la situación actual de paro desbocado ya está absolutamente pasado de moda.

De nuevo, Izquierda Unida ha presentado en el Ayuntamiento de Madrid una propuesta para poner en marcha un abono de transporte gratis para Metro y autobús, similar al de otras ciudades españolas, destinado a madrileños empadronados en la ciudad y con más de seis meses en situación de desempleo. Propuesta que ha sido desestimada por el equipo municipal de gobierno con una argumentación que, a fuer de peregrina, raya en lo abiertamente estúpido.

La delegada de Medio Ambiente, Ana Botella, ha contestado que la "situación es muy triste y preocupante" para las familias de los desempleados. "Con la que está cayendo en el país qué más nos gustaría a nosotros que financiar (todo) el coste del transporte público a los desempleados pero en este momento la responsabilidad es hacer lo que tenemos que hacer para que en un tiempo esos 220.000 parados sean menos", ha declarado la concejala Botella en el Pleno. Y se ha quedado tan ancha como en otras declaraciones estelares en las que hacía una disertación hortofrutícola sobre peras y manzanas para despachar una cuestión social.

El motivo de esta negativa del PP es de índole fundamentalmente ideológica. Una persona en sus cabales, es decir, con la capacidad de raciocinio no entorpecida por prejuicios, sabe que proporcionar un pase gratuito a los parados tiene escasa repercusión sobre los costes del transporte público. Los desempleados no tienen gran cosa que hacer a las horas punta, por lo que no montarían masivamente en los vehículos. Sin embargo, estos circulan semivacíos durante las horas valle, que estadísticamente serían las que aprovecharían los parados para dejar de estarlo y movilizarse, por ejemplo, para cumplir con ese trasnochado precepto que dice “que el trabajo de un parado es buscar trabajo”.

Me permitirán que, a tenor de esta nueva muestra de intolerancia, introduzca en el debate algunas consideraciones sobre la figura del gorrón: el que come de gorra. Es decir, que utiliza algún tipo de estrategia para obtener comida sin pagarla. El dicho proviene de la época en que los estudiantes vestían de capa y gorra. Para estudiar en las universidades, la mayoría de ellos debía residir lejos de su pueblo. No andando sobrados de medios para saciar el voraz apetito propio de su edad, debían agudizar el ingenio y acudir a picardías para llenar la andorga. Un recurso frecuente consistía en colarse en las fiestas de bautismos, cumpleaños o casamientos de la gente importante, repartiendo reverencias y ceremoniosos saludos hechos con la gorra. Parte de la estrategia consistía en permanecer mudos y aislados durante la celebración para no ser detectados por los anfitriones mientras daban cuenta de los apetitosos manjares servidos con esa ocasión.

Comer de gorra no es lo mismo que pasar la gorra: recoger donativos en un sombrero o gorra que se pasa ante los transeúntes o se deposita en el suelo. Es una forma marginal de ganarse la vida de los cantantes e instrumentistas que actúan en la vía pública.

La gente biempensante [sí, con m antes de p] acostumbra a invocar esta figura del gorrón para oponerse a cualquier propuesta social destinada a equilibrar la situación de los más desfavorecidos. Se hace así recaer sobre los colectivos más precarios la permanente sospecha de pretender vivir a costa de los demás. La opinión más conservadora considera que sería una forma de apropiación del producto del trabajo ajeno. Una crítica que sería válida en las antiguas comunidades rurales cuya producción se basaba en el trabajo manual. En ellas, uno que se sentara a comer «de gorra» en la mesa común no habiendo arrimado previamente el hombro a la faena, está claro que se estaría apropiando de un fruto del trabajo a cuya obtención no había contribuido con su esfuerzo. Pero la objeción pierde validez en una sociedad cuyo modelo productivo se basa primordialmente en la utilización de energía de origen natural. Tanto las reservas de energía fósil como el medio ambiente impactado por su utilización, constituyen un patrimonio colectivo del que se apropia el que produce. Por lo tanto, exigir una parte del producto obtenido a partir de una apropiación privada del patrimonio comunal no es gorronería, sino legítimo derecho.

Y desde luego, la objeción se derrumba absolutamente cuando nos encontramos en una situación en la que, como reza la divisa escrita en el frontispicio de esta bitácora: a estas alturas del experimento neoliberal iniciado hace tres décadas, la insoslayable evidencia permite anotar entre sus méritos el haber configurado un modelo de sociedad donde la gente no puede contar ya con la seguridad de un empleo fijo. Vamos, ni siquiera temporal.

Siguiendo con el tema del gorrón (free rider) merece la pena traer a colación el discurso con el que el filósofo Philippe Van Parijs, de la Universidad de Lovaina, y gran defensor de la Renta Básica de Ciudadanía, refuta las acusaciones de gorronería derivadas de la percepción de una renta incondicional, explicando cómo también resulta posible extraer un beneficio del trabajo de otro comportándose como un parásito aparente, es decir, si como resultado de una determinada actividad se generan exterioridades positivas o beneficios que, desde la estructura de los derechos de propiedad, no se puede (a un coste razonable) impedir a otro que los disfrute.


Cuando cultivas patatas inevitablemente produces rama de patatas. Supongamos que te guardas todas las patatas para ti y que te las comes, mientras que yo me quedo con la rama que no utilizas para nada. Aunque consumo parte del fruto de tu trabajo, por ello no trabajas más de lo necesario para producir lo que tú mismo consumes. Con todo, y a menos que me des altruistamente las ramas, si me voy a quedar con el subproducto de tu trabajo debe estar implicado algún ejercicio de poder —ya sea en la forma de coacción o sea en la forma de control ejercido sobre algo que es importante para ti—. Por el contrario, supongamos que además de las patatas te dedicas a cultivar tulipanes para deleitarte con su visión. Una vez más, tu trabajo genera como subproducto un beneficio para mí, aunque ahora se trata de un beneficio que tiene carácter de exterioridad, es decir, de un efecto que no se puede proteger adecuadamente con tus derechos de propiedad. Este beneficio puede ser similar al beneficio que tú mismo obtienes —yo también disfruto al ver los tulipanes— o puede que sea de naturaleza diferente —mis abejas liban en tus flores y con ello consigo comer más miel—.

Pero para disfrutar de ese beneficio no tengo que apoyarme en tu altruismo ni en mi poder. Es suficiente que yo coja lo que tú no puedes (asequiblemente) impedir que fluya hacia mí.

Permitir que las personas en situación de desempleo pudieran utilizar gratuitamente el transporte público en horas valle [no haría falta ni siquiera especificarlo ya que sería una tendencia natural de la mayoría] les serviría, ya que no para encontrar un empleo que no existe, sí al menos para acercarse hasta en los museos que les ofrecen entrada gratuita y darse un baño de cultura. Desde el museo del Prado hasta el de la Marina de Guerra. Hablo de los museos públicos, claro está. Que en los privados como el Thyssen cobran a todo el mundo. Se ve que a doña Tita debe parecerle que los parados visten con poco aliño y restan glamour al espacio artístico.

Otro prejuicio más de baronesas, condesas y demás ralea que come a cuenta de los demás sin necesidad de pasar la gorra. Si estas mujeres bien pagás —que señora es tratamiento que reservo para gente respetable— siguen diciendo estupideces en medio de la creciente una precariedad galopante, acabarán por crear las condiciones para que Robespierre llegue a Madrid con trescientos años de retraso.

He escrito Robespierre, sí, pero no se me alboroten, que el método de la guillotina, aunque eficaz, queda un poco anticuado y debo ser coherente con lo que expongo en mi artículo precedente. Al invocar a don Maximiliano, me refiero a su encendida defensa del derecho a la existencia.







viernes, 23 de septiembre de 2011

No entres dócilmente en esa noche quieta


Troy Davis ha sido ejecutado el pasado miércoles en el estado de Georgia (EEUU), a pesar de las muchas dudas sobre su culpabilidad. Troy Davis llevaba más de 20 años en el corredor de la muerte acusado de un crimen que posiblemente no cometió. Nunca hubo pruebas determinantes en su contra y la gran mayoría de los testigos que en su día le acusaron del crimen, ahora se han retractado de sus declaraciones. No obstante, en aplicación de una legislación tan errónea como cruel, Troy Davis fue asesinado legalmente.



En los Estados Unidos de América del Norte, todo condenado a muerte tiene el derecho a decir unas últimas palabras. Troy Davis hizo uso de ese derecho. No tomó sin embargo su última cena ni quiso ingerir el tranquilizante para que el proceso fuera más llevadero

A pesar de la tortura a la que fue sometido, con apelaciones de último segundo y el espejismo de que quizá salvase la vida, Davis se mantuvo sereno hasta el final. Dicen las crónicas que "Sólo parpadeó sincopadamente cuando los medicamentos que pondrían fin a su vida comenzaron a recorrer su flujo sanguíneo. Pero antes de que eso sucediera, el hombre de 42 años que llevaba desde los 20 encerrado en el corredor de la muerte dejó oír su voz. Mirando a los familiares del policía que la justicia asegura que asesinó a tiros en 1989, Mark McPhail, proclamó, por última vez, su inocencia":

"Soy inocente. Yo no lo hice. Siento mucho su pérdida. Pero yo no maté a su padre, hermano o hijo".

En los Estados Unidos de América del Norte, la palabra ‘libertad' se pronuncia con tanta devoción como si se invocara el sagrado nombre de alguna divinidad. Pero en los Estados Unidos de América del Norte, una legislación tan errónea como cruel insiste en privar de la vida a los condenados por delitos mayores, incluso cuando existen dudas razonables sobre la culpabilidad.

¿Dónde está ese 'derecho innato a la vida' consagrado como una de las cuatro garantías fundamentales reconocidas en la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia promulgada el 12 de junio de 1776?

That all men are by nature equally free and independent, and have certain inherent rights, of which, when they enter into a state of society, they cannot by any compact deprive or divest their posterity; namely, the enjoyment of life and liberty, whith the means of acquiring and possessing property, and pursuing and obtaining happiness and safety.

[Todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos, de los que, cuando entran en estado de sociedad, no pueden privar o desposeer a su posterioridad por ningún pacto, a saber: el goce de la vida y de la libertad, con los medios de adquirir y poseer la propiedad y de buscar y obtener la felicidad y la seguridad].




Momentos antes de su ejecución, Davis envió un comunicado a las asociaciones que han luchado denodadamente por impedir este asesinato legal:

"La lucha por la justicia no se agota en mí. Esta lucha es para todos los Troy Davis que vinieron antes que yo y todos los que vendrán después de mí. Estoy de buen humor, en oración y en paz. Pero no voy a dejar de luchar hasta que haya tomado mi último aliento".

Henry David Thoreau, uno de los más ilustres hijos de los Estados Unidos de América del Norte, señaló, en su Desobediencia Civil, que: "Bajo un Gobierno que encarcela injustamente, el lugar del hombre justo está en la cárcel". Afirma Thoreau que "El Estado nunca se enfrenta voluntariamente con la conciencia intelectual o moral de un hombre, sino con su cuerpo, con sus sentidos. No se arma de honradez o de inteligencia sino que recurre a la fuerza física".

Enfrentado al trance final, en el último minuto David Troy ha demostrado con su entereza ser mucho más justo y mucho más fuerte que quienes administran justicia en su país. Pero eso no nos sirve de consuelo. Lo han asesinado legalmente y mientras más de 3.200 Troy Davis aguardan la misma suerte en los llamados corredores de la muerte de los Estados Unidos de América del Norte, tierra, dicen, de la libertad.

Uno puede aceptar la muerte con estoicismo, pero no con resignación. Escuchemos [aquí] la estentórea voz de Dylan Thomas advirtiéndonos de que no deberíamos 'entrar dócilmente en esa noche quieta'


Do not go gentle into that good night
Dylan Thomas


Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.


No entres dócilmente en esa noche quieta.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.