sábado, 26 de septiembre de 2015

A favor de un Estatuto de Autonomía Personal


Con independencia de la bandera a cuya sombra transcurra su existencia, un pobre nunca podrá ser un ciudadano libre, pues la única nación en la que se verá abocado a vivir será el Reino de la Necesidad.



En lo tocante a cuestiones como religión, nacionalismo o espectáculos deportivos de masas el escribidor de este blog  se declara apatético. Es decir, que los debates en torno a estas materias más bien me aburren, ya que mi concepto personal de patria no tiene nada que ver con banderas sino con algo tan sencillo y utilitario como un lugar donde me pueda sentir bien (Ubi bene, ibi patria). En el año 2015, una persona medianamente formada no puede tomarse en serio los argumentos nacionalistas, tanto sean periféricos como mesetarios.

Hay un hecho cierto, y es la diversidad cultural de las distintas regiones o 'realidades nacionales' españolas. Diversidad un tanto diluida por la estandarización cultural impuesta por el predominio de la economía de mercado. Grandes centros comerciales, supermercados y franquicias restan color y variedad a la vida cotidiana. El otro gran patrón homogeneizador de la sociedad son las políticas neoliberales que han conducido a la desigualdad, a la pobreza y a la exclusión a millones de personas que habitan en el territorio de las antiguas provincias de Spania, voz fenicia que admite la sabrosa traducción de “tierra de conejos”.

En efecto, se sabe que los fenicios y los cartagineses llamaron a la Península con el nombre de Span o Spania, con el significado de oculto (país escondido y remoto). Existe otra versión de que el nombre proviene del término fenicio I-shphanim que literalmente significa: “de damanes”, (shphanim, es la forma plural de shaphán, “damán”, Hyrax syriacus) que fue con este vocablo con el que los fenicios decidieron, a falta de un nombre mejor, denominar al conejo, Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. Otra versión de esta misma etimología sería Hi-shphanim, “Isla de conejos” (o, de nuevo literalmente, damanes).

Hoy, en esta Conejalia, se habla de autonomías regionales, independencias territoriales e incluso del “derecho a decidir”, sin aclarar muy bien quién debe ser el verdadero actor de la decisión. Por su parte, los conservadores del glorioso bando nacional salen de sus madrigueras al grito de España se rompe. Pero no se rompe la España de trapo que esgrime banderas de distinta forma y color. La que se rompe día a día, quebrada por las políticas que fomentan la desigualdad, es la gente de carne y hueso cuyo “hecho diferencial” más notorio consiste en ser pobre, con independencia del lugar de las Españas donde habite. 

Porque todavía está por ver que algún político decida romper una lanza por la autonomía personal de las gentes que viven en cada rincón de esos territorios. Pues, si por autonomía de la persona hay que entender la capacidad para elegir, hacer y actuar según las propias decisiones, esa autonomía, esa libertad de elección, no está al alcance de quienes viven bajo el umbral de la pobreza.

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Foto: La República.com

La política y la economía no serán actividades dignas mientras no sitúen a la persona como medida de todas las cosas. Representar a la persona por encima del territorio debería ser, por tanto, la gran prioridad de un Estado democrático, cuyos gobernantes son, no se olvide, elegidos por personas.

Una Renta Básica de Ciudadanía, universal e incondicional, es el primer paso en la senda que conduce a un Estatuto de Autonomía Personal para todos los habitantes de la España plural. Para ello, es preciso que los movimientos sociales que luchan contra la pobreza y contra la precariedad laboral exijan que los gobernantes aborden con valentía, sin complejos neoliberales ni gazmoñerías identitarias, la tarea civil de aumentar el grado de libertad real de las personas poniendo fin a las situaciones de pobreza dentro de su territorio. Con independencia de la bandera a cuya sombra transcurra su existencia, un pobre nunca podrá ser un ciudadano libre, pues la única nación en la que se verá abocado a vivir será el Reino de la Necesidad.



jueves, 17 de septiembre de 2015

Renta Básica Universal ¿La peor de las soluciones?

“Ningún ejército puede detener una idea a la que le ha llegado su momento” (Victor Hugo). Y eso es aplicable a la Renta Básica de Ciudadanía. Si en esta época crucial que atraviesa España, los partidos políticos con ambición de gobierno renuncian a incluir en sus programas una medida que ya ha calado con fuerza en los movimientos civiles tan sólo habrán conseguido demorar en el tiempo el sufrimiento de las personas que experimentan la pobreza en su cotidianeidad y ven frustrado su proyecto de vida.





Cuando todas las soluciones ensayadas hasta ahora han demostrado conducir a un callejón sin salida, sobre todo a esa juventud que integra las filas del precariado, la propuesta del ingreso garantizado es uno de los ejes sobre los que ha de girar el nuevo contrato social que, más pronto que tarde, será preciso establecer para equilibrar la devastación causada por las políticas de la globalización neoliberal.

La idea de la renta básica de ciudadanía gana cada día más adeptos. Sobre todo, a la vista de la ineficacia de las recetas clásicas utilizadas hasta ahora para atajar el imparable crecimiento de la pobreza y la desigualdad, tanto dentro como fuera de España. Frente a las rentas mínimas de inserción, “el ingreso básico adquiere mayor grandeza y dignidad cuando deja de ser un socorro para pobres y se convierte en un derecho universal”. Tal es el principio motor de Renta Básica Universal. La peor de las soluciones [exceptuando todas las demás] un libro escrito por el autor de este blog en el que se defiende el ingreso garantizado entendido como un derecho civil equiparable al derecho al sufragio.

El libro traza un recorrido a través de las diferentes propuestas que se han producido en la historia del pensamiento social para poner fin a la pobreza, hasta concluir en la Renta Básica Universal. Desde la Utopía de Tomás Moro hasta nuestros días, pasando por Thomas Paine, Charles Fourier, Bertrand Rusell o un gran número de científicos y economistas contemporáneos que respaldan la idea del ingreso garantizado. No faltan ejemplos prácticos de la aplicación de medidas similares a la renta básica, como es el caso de Alaska, donde la propuesta ha pasado del papel a la economía real.

Con una rigurosa argumentación y un lenguaje directo y asequible, este libro supone una inmersión clarificadora en las causas de la pobreza, la formación del precariado y los caminos sin salida de la presente crisis del capitalismo. Para el autor, es crucial la distinción entre trabajo -como potencialidad humana- y empleo, un "artefacto social" que se ha averiado de forma irreparable, como demuestra el hecho de que al día de hoy, para mucha gente "trabajar ya no permite salir de la pobreza". 
 
Leer la introducción
 Una indemnización a la ciudadanía por el coste social de la crisis, pulsando en este enlace

Editorial Clave Intelectual  ISBN: 978-84-943433-9-1  Páginas: 440