martes, 27 de octubre de 2015

Un ingreso garantizado para conquistar el pan y disfrutar de las rosas


Es necesario que la mujer, una gran mayoría de mujeres, comprendan el potencial liberador de un Ingreso Garantizado con carácter universal y asuman su defensa dentro de los partidos, asociaciones y otros ámbitos de activismo civil en los que participen.

Este escribidor tiene la convicción de que la Renta Básica Universal (RBU) comenzará a ser una realidad tangible el día en que las mujeres comiencen a tomarse en serio esta idea de reforma social. Porque, hasta ahora, y salvo contadísimas excepciones, el debate sobre las potencialidades de avance social que contiene la RBU, su viabilidad económica y su pertinencia normativa se ha venido jugando en el campo de opinión masculino.

De entrada, una simple cuestión numérica abona mi convicción. La naturaleza ha tenido el exquisito detalle de repartir la proporción de sexos al 50% entre varones y hembras de la especie humana. Lo que significa que para los individuos que sepan aprovechar las circunstancias la convivencia resulta más divertida, siempre, eso sí, que ambas partes aprendan a respetar las reglas del juego. Por lo tanto, cualquier medida que aspire a organizar la sociedad de una forma más justa deberá contar con la aprobación de una mayoría social que guarde una adecuada proporción a lo previsto por la naturaleza.

Llevo varias décadas alentando la idea de la RBU, y he perdido la cuenta de los debates de toda índole en los que he participado. Discusiones casi siempre agrias, entabladas entre barbados varones enzarzados en polémicas cuasi metafísicas: como la que gira en torno a la hipótesis de que establecer un ingreso garantizado llevaría a mucha gente a abandonar sus empleos. ¡Como si en el momento actual, todo el mundo estuviera empleado! Hay, sobre todo en este país, millones de personas condenadas a un ocio forzado. Y la culpa de esa condena no la tiene una inexistente RBU.

Trabajo, ocupación y empleo, explico en Renta Básica Universal, la peor de las soluciones [a excepción de todas las demás], son categorías distintas que se superponen en la actividad de los individuos de la sociedad actual. Hay una gran cantidad de trabajos efectivos —autoproducción, cuidados de niños y ancianos, mantenimiento del hogar, etc— que la Contabilidad Nacional no considera empleos y, sin embargo, ocupan una gran cantidad del tiempo vital de muchas personas, mujeres en su mayoría.

Lourdes Lucía, Cive Pérez, José Miguel Sebastián y Carolina del Olmo en la presentación del libro en el CBA.
Foto: Gustavo A. Cuevas
Aunque sólo fuera por esta realidad, las mujeres deberían implicarse en la reivindicación de la RBU entendida como una participación en el producto social. La presunción de que un ingreso garantizado perpetuaría el papel vicario de la mujer no deja de ser un prejuicio. Es difícil creer que las jóvenes de hoy, educadas en valores de igualdad y acostumbradas a ejercer, al menos, las libertades formales que permite el capitalismo, se iban a quedar en casa con la pata quebrada si se implantase la RBU. Cabe más bien pensar que aquéllas que hoy sí se encuentran encerradas en casa y sometidas a la voluntad de un maltratador encontrarían en la RBU una herramienta de liberación.   

Esos trabajos que no están remunerados ni debidamente valorados por un modelo socioeconómico algo estúpido [dijo A. Machado que es de necios confundir valor y precio] han sido descritos en términos cuantitativos como estimación sobre el Producto Interior Bruto. Arthur Pigou utilizaba la parábola de la catástrofe que supondría para la Contabilidad Nacional el hecho de que un hombre se casara son su asistenta. Utilizando categorías menos brutales, las mujeres que comienzan a aproximarse a la idea de la RBU nos descubren otro rango de valores que se verían potenciados con un ingreso garantizado: el mundo de los afectos.

Escritoras como Carolina del Olmo en ¿Dónde está mi tribu? nos ayudan a contemplar el cuidado materno no sólo como la pesada carga que tradicionalmente ha recaído en la mujer, sino desde la perspectiva de que el ejercicio del afecto maternal, el derecho a cuidar de los hijos, es también una aspiración legítima compatible con la reivindicación de la igualdad real de derechos y obligaciones entre ambos sexos. Porque no deja de ser contradictorio que algunas mujeres puedan librarse de la carga del cuidado maternal gracias a un empleo bien remunerado que les permite pagar a otras mujeres, sociolaboralmente peor situadas, para encargarles ese trabajo. A Carolina quiero agradecerle desde aquí su gentileza aceptando acompañarme en la presentación de mi propio libro.

Por eso, es necesario que la mujer, una gran mayoría de mujeres, comprendan el potencial liberador de una RBU y asuman su defensa en todos aquellos ámbitos de activismo civil en los que participen. Incorporando a la idea del ingreso garantizado esa misma ambición que animó a las 25.000 obreras del textil de Lawrence (Massachussets) que en 1912 mantuvieron una huelga de dos meses. Lideradas por sindicalistas de la International Workers of the World, los woblies, estas obreras reivindicaban no sólo el sustento elemental sino todos esos “pequeños extras” como la educación, el derecho al voto, un lugar decente para vivir y trabajar, igual salario que los hombres y asistencia sanitaria. Que resumieron en un eslogan: Sí, luchamos por el pan, pero también luchamos por las rosas.



                            Bread and Roses 

As we go marching, marching, in the beauty of the day,
A million darkened kitchens, a thousand mill lofts gray,
Are touched with all the radiance that a sudden sun discloses,
For the people hear us singing: Bread and Roses! Bread and Roses!

As we go marching, marching, we battle too for men,
For they are women's children, and we mother them again.
Our lives shall not be sweated from birth until life closes;
Hearts starve as well as bodies; give us bread, but give us roses.

As we go marching, marching, unnumbered women dead
Go crying through our singing their ancient call for bread.
Small art and love and beauty their drudging spirits knew.
Yes, it is bread we fight for, but we fight for roses too.

As we go marching, marching, we bring the greater days,
The rising of the women means the rising of the race.
No more the drudge and idler, ten that toil where one reposes,
But a sharing of life's glories: Bread and roses, bread and roses.

Our lives shall not be sweated from birth until life closes;
hearts starve as well as bodies; bread and roses, bread and roses.

                                              Pan y rosas

Mientras vamos marchando, marchando, a través del hermoso día/ un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías / son tocados por un radiante sol que asoma repentinamente / ya que el pueblo nos oye cantar: -¡Pan y rosas! -¡Pan y rosas!

Mientras vamos marchando, marchando, luchamos también por los hombres / ya que ellos son hijos de mujeres, y los protegemos otra vez maternalmente / Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte, / los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos / -¡dennos pan, pero también dennos rosas!

Mientras vamos marchando, marchando, gran cantidad de mujeres muertas / van gritando a través de nuestro canto su antiguo reclamo de pan; / sus espíritus fatigados no conocieron el pequeño arte y el amor y la belleza / -¡Sí, es por el pan que peleamos, pero también peleamos por rosas!

A medida que vamos marchando, marchando, traemos con nosotras días mejores. / El levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la humanidad. / Ya basta del agobio del trabajo y del holgazán: diez que trabajan para que uno repose / -¡Queremos compartir las glorias de la vida: pan y rosas, pan y rosas!

Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte;/ los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos / -¡pan y rosas, pan y rosas!


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Poema Bread & Roses, compuesto por James Oppenhiem.

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Descargar aquí el trabajo de: Caitlin McLean, ‘Beyond Care: Expanding the Feminist Debate on Universal Basic Income‘(pdf), WiSE Working Paper Series No.1 September 2015, The Women in Scotland's Economy (WiSE) Research Centre, Glasgow Caledonian University

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