sábado, 22 de marzo de 2014

Polizía molto arabiata

Vista aérea de la manifestación que los medios informativos adictos al Régimen silenciaron y la policía disolvió con violencia
La plaza de Colón el 22-M. Si hubiera convocado el Papa, la prensa diría que hubo un millón de personas

Ante la gran manifestación convocada en Madrid para recibir a las distintas columnas de las Marchas por la Dignidad, la Policía preparó un tremendo dispositivo de seguridad. En total fueron movilizados alrededor de 2.200 agentes. Parte de los cuales se encargaron de reventar con violencia el acto final en la plaza de Colón.

En concreto, 40 grupos de la Unidad de Intervención Policial (UIP), es decir, unos 1.600 efectivos antidisturbios, y seis grupos de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) que suponen otros 180 agentes con funciones también de antidisturbios. También se ha activado a 240 funcionarios (y a otros 180 en reserva) de la Brigada Móvil, encargada de supervisar los desplazamientos de los manifestantes hasta Madrid y por el interior de la capital. En total, 2.020 policías estuvieron el sábado en las calles de la ciudad vigilando la evolución de las marchas, sin contar con los integrantes de los servicios de información, los agentes del Servicio de Medios Aéreos y los efectivos de seguridad ciudadana que también han sido convocados. Aparte de los habituales provocadores infiltrados. 

Provocadores que han cumplido su papel siguiendo, una vez más, la vieja estrategia de lanzar botellas y piedras a los uniformados, sirviéndoles en bandeja la oportunidad de intervenir de inmediato con gran alarde de escopetería y botes de humo. La versión oficial asegura que todo empezó porque alguien lanzó objetos a los agentes. Pero, como señala Ruth Toledano: "los portavoces oficiales no tienen, desde luego, la más mínima autoridad moral para que creamos su versión. Si el Gobierno miente por sistema. Si el Ministerio del Interior miente por sistema. Si han mentido sobre los muertos de Melilla ante todos los medios de comunicación, ante los observadores internacionales y en el mismísimo Congreso de los Diputados, ¿cómo pretenden que creamos que la agresividad de los antidisturbios no fue una provocación preparada con antelación?".

Seguimos sin saber quienes son los revoltosos, quienes los infiltrados, quienes los "buenos" y quienes los "malos". Pues, si alguien infunde sospechas son esos encapuchados sorprendidos mientras esposan a una persona a la que un antidisturbios uniformado inmoviliza colocando su escudo sobre la cabeza.


Pese a los continuos llamamientos de los organizadores, desde el escenario levantado en la plaza de Colón, rogando a los agentes que no interrumpieran un acto legal, la policía, en el peor estilo antidemocrático, reventó el final de la manifestación. Por si fuera poco, un sindicato policial mintió de la manera más burda. El portavoz de la Confederación Española de Policía (CEP), Antonio Labrado, ha mostrado en varios programas de televisión dos fotografías de supuestos objetos utilizados por quienes participaron en los enfrentamientos con la policía: un tirachinas con bolas metálica y una muleta que ocultaba un punzón de "12 centímetros la cual se introduce en los chalecos antitrauma". Las dos imágenes, sin embargo, tienen una data anterior a la manifestación del pasado sábado.

 

En la primavera de 2014, cabe decir que no hay una auténtica democracia en España. No puede haberla cuando el Gobierno envía el potencial represivo del Estado a reventar la protesta de una parte de la ciudadanía que sólo pide el cese de las indecentes políticas que han aumentado la desigualdad social hasta límites que repugnan a la razón.

Y digo 'una parte' de la ciudadanía porque, en circunstancias como las que estamos viviendo, habría que preguntarle al resto de la sociedad civil por qué comulgan con las políticas del Gobierno del Partido Popular, por qué se hacen cómplices de la injusticia y de la indignidad. Por qué, incluso, siendo en su mayoría directamente perjudicados por la acción depredadora de estos gobernantes, no se rebelan contra ellos. Aunque no fuera más que para no tener que aguantar a tipos como Ignacio González, que compara a los organizadores de estas marchas con grupos griegos nazis. O de su portavoz, Salvador Victoria, que afirma que: las Marchas son "columnas de extrema izquierda lideradas por un actor que vive en Cuba".

Frente a tanta sinrazón, a nosotros, los desempleados, con o sin derecho a prestación, a los pensionistas a mínimos, a los trabajadores precarios, a los mayores dependientes sin asistencia, a los enfermos en lista de espera, a los escolares con déficit de profesores o, sencillamente, a las personas con un mínimo sentido del decoro moral, nos asiste la razón moral, a ellos tan sólo algunos millares de unidades de polizía molto arabbiata. Una policía rabiosa a la que, en los años de supremacía del PP en el poder, se le ha dado barra libre para reprimir las protestas ciudadanas sin respetar los más mínimos derechos. Tan rabiosa, que ha protagonizado una absurda paradoja: parte de esos mismos agentes encargados de reprimir manifestaciones protagonizaron una manifestación no autorizada para exigir la dimisión de sus mandos, al considerar que en la noche del 22-M no se empleó todo el potencial represor disponible. Si lo habitual es que la policía disuelva las manifestaciones no autorizadas ¿quién disuelve las manifestaciones de policías no autorizadas?



jueves, 20 de marzo de 2014

Madrid se dispone a recibir a las Marchas por la Dignidad

Miles de personas, caminando desde diversos puntos de España, se acercan a la capital, donde convergerán en una gran manifestación el sábado 22 a las 17.00 horas. Reclaman servicios públicos, empleo digno, el derecho a la vivienda, que se vaya la troika y que no se pague la deuda.

Los participantes de las Marchas por la Dignidad se dirigen hacia Madrid para mostrar el rechazo unánime a las políticas aplicadas por el Gobierno de Mariano Rajoy, "que ahogan a los ciudadanos y les abocan a la pobreza". A estos caminantes les mueve el convencimiento de que la crisis se puede y se debe gestionar de otra manera y quieren visualizar su enfado y su reproche en lo que esperan que sea una de las manifestaciones más multitudinarias vistas hasta la fecha en la capital de España. Quieren tomar Madrid el día 22 de marzo y reclamar bien alto esos derechos fundamentales, "pan, trabajo y vivienda de los que se está privando a gran parte de la ciudadanía". Pues privatizar servicios públicos se traduce en privar de ellos a los que más lo necesitan.


Mientras grandes sectores de la ciudadanía madrileña se disponen a recibir a estas marchas con la dignidad que traen en su lema, la derecha en el poder se apresta a reprimirlas de palabra y obra. Así, Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid y gran vampirizador de la Sanidad pública de esta región, ha arremetido contra un movimiento que, según su torticera versión, "bajo la apariencia de reivindicar empleo, sanidad o derechos" propone, "un llamamiento a la revolución, a la subversión del orden constitucional, al incumplimiento de la ley y de los compromisos internacionales y a tomar la calle". En su cínica desmesura, González ha llegado a comparar a los protagonistas de las marchas con el movimiento nazi griego Amanecer Dorado. Aunque, conociendo sus orígenes, no es difícil imaginar que, llegado el caso, sería precisamente Nacho el que se apresuraría a lucir el uniforme con correajes que guarda en su ático. Por su parte, la Policía prepara un gran dispositivo de seguridad. En total serán movilizados alrededor de 2.200 agentes.

Demasiado despliegue de potencial represivo frente a un movimiento que, entre sus reivindicaciones, incluye la Renta Básica de Ciudadanía. Una propuesta para eliminar la pobreza sobre la que Attac Madrid cuenta con un Observatorio específico en el que sus miembros venimos trabajando desde el año 2000. Y también en este blog pueden encontrarse varios artículos al respecto. 



                     Lee aquí el Manifiesto de las Marchas





miércoles, 12 de marzo de 2014

Acto sobre Renta Básica de Ciudadanía en Talavera y Alcobendas

Este acto divulgativo de la Renta Básica de Ciudadanía coincide con la llegada a Talavera de la columna Extremadura de las Marchas por la Dignidad.


Attac Castilla La Mancha y la Plataforma para la Defensa de los Servicios Públicos y Sociales de Talavera, con la colaboración de la Universidad de Castilla La Mancha (UCLM), han organizado un acto divulgativo de la propuesta de la Renta Básica de Ciudadanía. Tendrá lugar el próximo viernes 14 de marzo, a las 19 h, en el Salón de Grados-UCLM, Real Fábrica de Sedas, s/n, Talavera de la Reina.





Asimismo, en Alcobendas, la asociación Impulso Participativo organiza otro acto sobre RBC







lunes, 3 de marzo de 2014

Creación de empleo: la gran mentira


"No hay mayor espejismo en la actualidad, mayor fraude incluso, que el uso del mismo término trabajo para designar lo que para algunos es monótono, doloroso y socialmente degradante y para otros placentero, socialmente prestigioso y económicamente provechoso. Los que pasan días agradables y bien retribuidos dicen enfáticamente que han estado 'trabajando duro', borrando así la noción de que forman parte de una clase privilegiada" (J.K. Galbraith).


En la sociedad industrial la dimensión social del trabajo está representada por el empleo, un artificio cultural y económico mediante el cual se estructura la división social del trabajo y la distribución de la riqueza, conforme a las pautas del Orden Establecido. En una sociedad regida por el modelo capitalista, que por definición se basa en la desigualdad, el empleo es el agente principal a través del que se articula la reproducción de un sistema social desigual.

George Grosz
Por definición, la introducción de máquinas crea desempleo. Esta evidencia no suele ser del agrado de políticos, economistas, sociólogos y demás profesionales de la dirección de la sociedad de masas. Estos “expertos” ocupan buena parte de su tiempo devanándose los sesos en buscar alambicadas explicaciones con que justificar ese rayo del desempleo que no cesa de azotar implacablemente a la sociedad. Sin embargo, el hecho inobjetable es que, siempre que se transfiere a una máquina la realización del esfuerzo necesario para ejecutar una determinada tarea, las personas que antes realizaban la misma quedarán ociosas. Esta es la descripción objetiva de un fenómeno real, con independencia del subjetivismo inherente a las distintas ópticas con que pueda enfocarse la cuestión del desempleo.
 
La maquinaria agrícola proporciona un esclarecedor ejemplo de esa tendencia intrínseca al desempleo derivada de la mecanización del trabajo. Hasta los años cincuenta del siglo XX todavía se podían ver en nuestros campos de cultivo a nutridas cuadrillas de campesinos que, provistos de afiladas hoces,  segaban la mies a brazo. Hoy en día, en los países desarrollados apenas se encuentra gente trabajando en la agricultura. Las personas han sido sustituidas por potentes máquinas que cortan la espiga y separan la paja del grano, obteniendo en una sola jornada un volumen de cereal equivalente al que antaño precisaba del esfuerzo conjunto de cien hombres. Pese a la evidencia del asunto, políticos y economistas siguen obstinándose en negar que la tecnología destruye empleo. Su principal argumento es que, cada vez que se aplica una técnica nueva a una determinada tarea, el trabajo humano disponible se desplaza hacia una nueva actividad, aumentando así la variedad y complejidad del producto social.

Una defensa clásica de la tesis del desplazamiento del empleo hacia nuevas actividades se encuentra contenida en la siguiente explicación de Lionel Stoleru: “Una oleada de progresos tecnológicos hace inútiles toda una serie de trabajos y suprime masivamente empleos sin, por otra parte, crear otros tantos [...] va a permitir producir más y mejor con menos esfuerzos humanos: las economías de precio de coste, las economías de tiempo de trabajo van a mejorar el poder adquisitivo y a crear por otro lado en la economía (aunque no sea más que en las actividades dedicadas al ocio) nuevos campos de actividad [...]. La sustitución del trabajo humano por la robótica y la telemática [...] permite extraer un valor superior al trabajo pagado anteriormente [...]. Este valor está disponible para remunerar a quien ha perdido su empleo. El paro es más un desplazamiento de actividad que una supresión de empleo”.
 
Sin embargo, tal desplazamiento no es más que una ilusión transitoria, un espejismo a través del cual la realidad juega una mala pasada a los teóricos. Siguiendo con el ejemplo de la agricultura, los segadores que quedan ociosos al introducir las cosechadoras mecánicas podrán desplazarse hacia la ejecución de otras tareas, como la manufactura y mantenimiento de la propia maquinaria agrícola. Pero esa transición sólo será posible durante una primera etapa, porque, una vez que el parque de cosechadoras se satura, ya no será necesario fabricar más que un reducido número de unidades destinadas a la reposición de las que han agotado su vida útil. Así que los primitivos segadores reconvertidos a mecánicos vuelven a estar ociosos.

Agotadas las posibilidades de la industria, a los planificadores sociales aún les queda el sector de los servicios para enviar a los segadores y a los mecánicos excedentes. Pueden reconvertirlos al gratificante oficio de pasteleros y dedicarlos a elaborar delicias reposteras a partir de la harina suministrada por las máquinas cosechadoras. Claro que esta posibilidad sólo es factible durante una etapa determinada porque, inexorablemente, llega un momento en que el número de confiteros vuelve a saturar la capacidad de absorción del mercado. Esto sin contar con el hecho de que también en materia pastelera las ciencias avanzan que es una barbaridad, y en los obradores de repostería las amasadoras mecánicas rivalizan con los programas informáticos que calculan la dosificación idónea para conseguir el adecuado punto del soufflé.
 
En principio, este continuo desplazamiento de actividades no tendría por qué plantear problema social alguno. Nuestros flamantes expertos siempre podrían diseñar nuevas actividades hacia las que canalizar a los ociosos. Dar sombra al botijo de los conductores de las máquinas, contar las abejas que revolotean entre las flores de los guindos o el número de guindas que adorna los pasteles, son todos ellos honrosos y epicúreos oficios con que ocupar el ocio progresivo generado por el éxito tecnológico. Pero el Orden Establecido no es proclive en absoluto a permitir el incremento de la tasa de felicidad dentro de su organización, ofreciendo así una prueba tangible de que su liberalismo consiste en pura boquilla.

El racionalismo mercantil no sitúa entre sus objetivos la mejora de las condiciones de vida de la sociedad, su único interés es el aumento de la productividad de la colmena humana. Y desde el punto de vista de la mera racionalidad económica se considera que “el tiempo de trabajo economizado gracias a la eficacia creciente de los medios empleados es tiempo de trabajo disponible para una producción adicional de riquezas”, según señaló el sociólogo André Gorz: “Decir que estas innovaciones van a ‘crear empleo’ es una forma paradójica de negar la racionalidad económica que, por otra parte, les sirve de justificación: los fast foods, los robots caseros, los ordenadores domésticos, las peluquerías exprés, etc., no tienen como fin dar trabajo sino economizarlo. Si bien exigen realmente trabajo remunerado, es decir, empleos, la cantidad de este trabajo es muy inferior a la cantidad de trabajo doméstico economizado”. 


¿Cuánto tiempo seguiremos creyendo en esa falacia argumental, convertida en mentira política, que promete crear empleo?  La producción de bienes de alta tecnología requiere muy poca y muy especializada mano de obra. La producción industrial y manufacturera ha sido trasladada a la región asiática. Y el capitalismo prefiere especular en los mercados financieros a gestionar empresas con trabajadores potencialmente conflictivos, salvo que hayan sido desposeídos de derechos y sometidos a una férrea disciplina dictatorial.


Este artículo fue publicado un día antes de que el Ministerio de Empleo informara, echando las campanas al vuelo, de que el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo (antiguo Inem) bajó en febrero en 1.949 personas respecto al mes anterior. Su primer descenso en este mes desde 2007, hasta situarse el total en 4.812.486 parados. El dato no varía un ápice lo anteriormente escrito. Para empezar, 1.949 bajas en el paro registrado suponen un descenso inapreciable: el 0,0404% respecto al total. Por otro lado, estas bajas podrían obedecer no a un empleo, sino a jubilaciones de perceptores del subsidio para mayores de 55 años, o a personas que no renuevan su demanda de empleo ante la desesperanza de conseguirlo.

Pero, aun suponiendo que se tratara de nuevos empleos, la pregunta es: ¿Qué tipo de empleos: indefinidos, temporales, por un mes, unos días o unas horas? ¿Con qué salarios: suficientes para llevar una vida digna o irrisorios que perpetúan la pobreza del trabajador? La palabra "empleo" ya no equivale a vida suficiente, sino, en muchos casos, a pobreza otorgada a cambio de trabajo. 

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 Observación no baladí es la de Rosa María Artal en su blog: "Acabo de hacer un cálculo apresurado y –corregidme si me equivoco– me sale que si Rajoy cogió el paro en el 22,85% y lo tiene en el 26%, se precisan 500 meses a razón de 2.000 empleos creados al mes, es decir, 41 años, para volver tan solo a la cifra que había en 2011. Son 205 años para el pleno empleo. Eso sí, trabajando ya sólo por un plato de garbanzos y catre en un barracón igual aceleramos la marcha y en un siglo nada más, ya se trabaja por la comida, pero se trabaja".

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Por su parte, la patronal CEOE confía en que de aquí a 2016 España cree 329.200 puestos de trabajo, apenas una tercera parte de los destruidos entre 2012 y 2013, aunque el regreso de la actividad no se traducirá en mejores sueldos. "La recuperación del mercado laboral comenzará a vislumbrarse en 2014, con una creación de empleo neto de 110.300 personas, y se consolidará en 2015, a medida que la actividad económica se fortalezca", asegura la CEOE. Según estas cifras, el número de desocupados en términos de EPA —trabajadores a jornada completa— pasarán de 5,6 millones a 5.3 millones hasta el final de 2015.

Aun contando con que la creación de empleo fuera el triple de la prevista por la patronal, y aparecieran 600.000 nuevos empleos anuales, serían necesarios diez años para absorber las cifras de paro actuales.



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